Es un hecho que el modelo de desarrollo humano de los últimos ciento cincuenta años, nuestros malos hábitos y la falta de una legislación coherente, han provocado grandes cambios en el Medio Ambiente y que estos están teniendo ya y van a tener en los próximos años graves consecuencias porque alteran notablemente el clima, afectan a los recursos naturales, especialmente el agua, hacen subir el nivel del mar, cambian los paisajes, desaparecen bosques.
Pero es cierto que cuando pensamos globalmente, nos parece que esto no depende mucho de nosotros y que es poco lo que podemos hacer para mejorar la situación. Sin embargo, ¿qué tal si pensamos en nuestro barrio o en nuestra ciudad?
Gran cantidad de basura se acumula en basureros espontáneos: en los cauces de los ríos, en los caminos y en las orillas de las carreteras, en las escuelas y a las puertas de nuestras casas, además de esos riachuelos de aguas negras que recorren muchas de nuestras calle.
Como ya sabemos esta basura, cuando se descompone, cuando se quema, cuando llueve o sencillamente cuando pasa el tiempo, se convierte en foco de infecciones, de malos olores, de gases nocivos para la salud y de residuos tóxicos que alcanzan las aguas subterráneas contaminándolas y haciéndolas inútiles para el consumo humano y tremendamente dañinas para plantas y animales.
Ya la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, alertada por esta situación, nos recuerda que el disfrute del Medio Ambiente es un derecho de todos los ciudadanos, pero también es un deber nuestro y de los Estados preservarlo y asegurar un acceso equitativo, para todos, a los recursos naturales que cubra nuestras necesidades actuales pero sin comprometer este mismo derecho en las generaciones futuras.
¿Qué hemos de hacer entonces?
Pero también:
No va a ser fácil, esto toma su tiempo, pero es posible!!
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